lunes, junio 28, 2010

Adiós

Y sabemos que á los que á Dios aman, todas las cosas les ayudan á bien, es á saber, á los que conforme al propósito son llamados
Romanos 8:28

El pasado martes un hermano muy amado partió a la presencia del Señor. Era un hermano que ahora destacar sus cosas buenas sería tan tópico y a la vez típico que no creo que sea lo adecuado. Sólo vale la pena decir que era un hijo de Dios y que realmente, en los últimos momentos de su vida sólo le consolaba la Palabra de Dios, concretamnete el salmo 23 (aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno porque tu estarás conmigo). Era un hermano que posiblemente me quiso más que mucha gente de mi família y por eso creo que es necesario que haga una mención en esta actualización.

Su hija, el pasado domingo dió un testimonio. Explicó (lo digo de manera muy resumida) que ella se convirtió muy de joven y su padre estaba totalmente en contra (él era católico y no quería nada con los "protestantes"). Incluso, cuando ella le dijo que se iba a bautizar, él la amenazó con echarla fuera de casa.

El tiempo pasó, él seguía renegando del evangelio aunque su hija le testificaba siempre que podía, oraba constantemente y lo llevaba a los retiros de la iglesia y nada. Así pasaron muchos años.

Hace un año y medio le detectaron cáncer. Le daban pocos meses de vida. En eso que su hija buscó una mujer creyente que lo cuidara. Después de mucho buscar una mujer creyente de otra denominación (no pretendo que se entienda mal este comentario) de encargó de él en este tiempo, ayudándole a las taras del hogar y a los problemas que padecía. Ella testificó con hechos y con palabras y este hombre conoció al Señor.

Como ya he dicho en el principio este hombre ahora estará frente al Señor cara a cara. Como dice el himno, cara a cara espero verle más allá del cielo azul.

Como reflexión me gustaría destacar que Sus caminos no son nuestros caminos ni Sus pensamientos, los nuestros. La hija hizo todo para que él se convirtiera y el Señor dijo, no, esta no es la manera, traeré otra hija mía que ni conoces todavía para que tu padre se pueda convertir, así que, confiemos ciegamente en el Señor y nunca demos una batalla por perdida porque para Dios no hay nada imposible.

Dios nos bendiga a todos, de consolación a sus familiares, amigos y nosotros podamos ver la necesidad de confiar en el Señor y acatar lo que Él nos mande pese a no entenderlas y a pensar que más allá de lo que vemos aquí y que nos parece (a veces) tan utópico, nuestro mundo no es éste, estamos aquí de peregrinos. Nuestro hogar es celestial junto con Cristo.

No hay comentarios: