jueves, mayo 21, 2009

Lucas

En el día de hoy quiero compartiros un devocional que leí de Lucas escrito por el hermano J.N. Darby. Espero que os guste.
"Me gustaría señalar que el estilo de Lucas, el cual puede hacer más fácil el estudio de este Evangelio al lector, presenta un conjunto de hechos en una afirmación por lo general corta, y luego se explaya en algún hecho aislado en donde son manifestados principios morales y la gracia
Muchos han intentado dar una explicación a aquello recibido a través del hilo histórico entre los cristianos, tal como fue relatado a ellos por los compañeros de Jesús. Lucas bien lo sabía –habiendo seguido estas cosas desde el principio y obtenido un conocimiento preciso respecto a ellos– para escribir metódicamente a Teófilo, a fin de que pudiera tener la certeza de aquellas cosas en las que Lucas había sido instruido. Es así que Dios ha provisto para la enseñanza de toda la Iglesia en la doctrina contenida en la figura de la vida del Señor, adornada por este hombre de Dios, quien, personalmente motivado por principios cristianos fue guiado e inspirado por el Espíritu Santo para el bien de todos los creyentes.

En el versículo 5, el evangelista comienza con las primeras revelaciones del Espíritu de Dios respecto a estos acontecimientos, de los que dependían totalmente la condición del pueblo de Dios y la del mundo, y en los cuales Dios iba a glorificarse para toda la eternidad.
Pero de pronto nos hallamos en la atmósfera de los sucesos judíos. Las ordenanzas judías del Antiguo Testamento, y los pensamientos y esperanzas que conllevaban, forman el marco en que este solemne acontecimiento tiene lugar. Herodes, rey de Judea, provee la fecha. Y es un sacerdote, justo y sin culpa, perteneciente a una de las veinticuatro clases, el que encontramos en los primeros pasos de nuestro camino. Su esposa era de las hijas de Aarón; y estas dos personas rectas caminaban en los mandamientos y ordenanzas del Señor (Jehová) sin mancha. Todo era correcto delante de Dios, conforme a Su ley en el sentido judío. Pero no gozaban de la bendición que cada judío deseaba: carecían de hijos. No obstante, ello era conforme, podemos decir, a los habituales propósitos de Dios en el gobierno de Su pueblo para consumar Su bendición al tiempo que manifestase la debilidad del instrumento –una debilidad que se llevaba toda esperanza según los principios humanos. Tal fue la historia de todas las Saras, las Rebecas, las Anas y muchas más, de quienes la Palabra nos da a conocer para nuestra enseñanza en los caminos de Dios.

Esta bendición era con frecuencia puesta en oración por parte del fiel sacerdote; pero hasta ahora la respuesta se había demorado. Sin embargo, en el momento en que ejercitaba su ministerio como de costumbre, Zacarías se acercó para quemar incienso, el cual, según la ley, había de subir como olor grato delante de Dios –un tipo de la intercesión del Señor–, y mientras el pueblo pedía fuera del lugar santo, el ángel del Señor se aparece al sacerdote a la derecha del altar del incienso. A la vista de este glorioso personaje, Zacarías queda atónito, pero el ángel le anima declarándole que él iba a ser el portador de buenas nuevas. Le anunció que sus oraciones, tanto tiempo dirigidas en balde a Dios, fueron concedidas. Elisabet concebiría a un hijo, y el nombre que llevaría sería «el favor de Jehová», una fuente de gozo y alegría para Zacarías. Su nacimiento sería ocasión para la acción de gracias de la mayoría. Pero esta concesión no fue meramente la del hijo de Zacarías. El niño fue la dádiva de Dios, y debería ser grande delante de Él. Debería ser nazareo, lleno del Espíritu Santo, desde el vientre de su madre: y a muchos de los hijos de Israel haría volver al Señor su Dios. Debería preceder al Señor en el espíritu de Elías, y con el mismo poder para restablecer el orden moral en Israel desde sus mismas raíces, para hacer volver a los desobedientes a la sabiduría de los justos y preparar a un pueblo para el Señor.

El espíritu de Elías fue un firme y ardiente celo para la gloria de Jehová, para el establecimiento o el restablecimiento de las relaciones entre Israel y Jehová. Su corazón estaba unido a este vínculo entre el pueblo y su Dios, conforme a la fortaleza y a la gloria de la misma unión, pero en el sentido de su condición caída y según los derechos de Dios en referencia a estas relaciones. El espíritu de Elías –aunque fuera la gracia de Dios hacia Su pueblo la que le envió–, era en cierto sentido un espíritu legal. Afirmaba los derechos de Jehová en juicio. Era la gracia abriendo la puerta al arrepentimiento, pero no a la gracia soberana de la salvación, pese a ser la vía preparada al respecto. Es en la fuerza moral de este llamamiento a arrepentirse que Juan es aquí comparado con Elías, al hacer regresar a Israel a Jehová. Y de hecho Jesús era Jehová.
Pero la fe de Zacarías en Dios y en Su bondad, no estuvo a la altura de su ruego –ay, qué caso más común–, y cuando éste es concedido en un momento que se requería la intervención de Dios para cumplirse su deseo, no es capaz de caminar en los pasos de un Abraham o una Ana, y pregunta cómo tendría lugar esta cosa.

Dios, en Su bondad, muda la falta de fe de Su siervo en un instructivo castigo para él mismo, y en una prueba para el pueblo acerca de que Zacarías había sido visitado de lo alto. Se queda mudo hasta que la Palabra del Señor sea cumplida; y las señales que muestra al pueblo, maravillado de que permaneciera tanto tiempo en el santuario, les da la explicación de esta razón".
Que Dios nos bendiga

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