Si violencias de pobres, y extorsión de derecho y de justicia vieres en la porvincia, no te maravilles de esta licencia; porque alto está mirando sobre alto, y uno más alto está sobre ellos.
(Eclesiastés 5:8)
Este versículo me hacía pensar mucho en el mundo actual, porque realmente, el pobre es el que acostumbra a sufrir más injusticias. Si hay un juicio en el que uno es rico y el otro es pobre, el 90% de las veces ganará el rico porque tiene mejores abogados, o porqué tiene más contactos.
Esto es en el injusto mundo dominado por el pecado, pero los creyentes sabemos que esa no es nuestra realidad. Los creyentes nos hemos dado cuenta que éramos pobres (éramos pecadores) y hemos aceptado como nuestro único Salvador a aquél que es abogado con todos. Somos pobres (porque no somos mejores que nadie) y, pese a eso, tenemos al mejor abogado, aquél que pagó con su vida por amor a nosotros. Sabemos que el juicio que nos importa está ganado allí, en la Cruz del Calvario. Porqué como sabemos, aquí estamos de peregrinos y no tenemos que ganar juicios en el mundo, ya que la corrupción abunda como dice el versículo. Tenemos que ganar el único juicio que nos debe importar que es el del Señor. La única manera de ganarlo, como ya he dicho, es pidiendo perdón por nuestros pecados y pidiéndole que entre en nuestro corazón. En ese momento no te preocuparás por el dinero, por la fama. En ese momento te preocuparás de adorar a aquél que te ha dado la vida (y vida en abundancia).
Que Dios nos bendiga y seamos capaces de reconocer que sólo la fe en el Hijo de Dios nos puede abogar para vida eterna.
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