sábado, enero 24, 2009

Fe

La fe que salva tiene sus analogías con el cuerpo humano.

El ojo es el que mira. Por medio del ojo introducimos en la mente lo que está lejos; por una mirada del ojo podemos introducir en la mente al sol y a las lejanas estrellas. Así también, por la confianza traemos cerca de nosotros al Señor Jesús; y aunque esté lejos, en el cielo, Él entra en nuestro corazón. Solo mira a Jesús porque hay vida en una mirada al Crucificado.

La fe es la mano que sujeta. Cuando nuestra mano toma algo, hace precisamente lo que hace la fe cuando se apropia de Cristo y de las bendiciones de su redención. La fe dice: "Jesús es mío". La fe oye acerca de la sangre perdonadora y clama: yo la acepto para que me perdone. La fe considera propios los legados del agonizante Jesús; y son suyos, pues la fe es la heredera de Cristo; Él se ha entregado, Él mismo, y todo lo que tiene, a la fe. Toma, oh amigo mío, lo que la gracia ha provisto para ti. No estarías robando, pues cuentas con el servicio divino: "el que quiera, tome del agua de vida". Sería un insensato aquel hombre que, pudiendo tener un tesoro simplemente sujetándolo con su mano, siguiera siendo pobre por no hacerlo.

La fes la boca que se alimenta de Cristo. Antes de que el alimento pueda nutrirnos, ha de entrar en nosotros. Comer y beber es sencillo. Pablo dice en Romanos: Cerca de ti está la Palabra, en tu boca. Ahora debemos dejar que descienda al alma. Verdaderamente un corazón que tiene hambre y sed de Jesucristo sólo tiene que saber que Cristo es dado gratuitamente, y lo recibirá de inmediato. Él nunca rechaza a nadie.

Está extraído y adaptado del libro todo por gracia, el capítulo 9 de Spurgeon

No hay comentarios: