Primero de todo, desearle a Isma que el primer día de selectividad le vaya como Dios quiere y que, en estos exámenes sea hecha únicamente Su voluntad, no la nuestra.
Bien, hay un tema que me gustaría tratar, porqué me afecta personalmente, y es cuando debo participar hablando delante de toda la iglesia. Soy una persona extremadamente tímida, aunque a veces no lo parezca, y que me trabo mucho cuando hablo. Y, cuando debo dirigirme a toda la congregación, aún me trabo más y me cuesta más dado el respeto que tengo para dar de manera correcta la Palabra que debo dar.
Hay un hombre, un gigante de la fe, sea dicho de paso, que estos días me enseñaba la realidad. Cuando Jeremías dice:
Jer 1:4 Fué pues palabra de Jehová á mí, diciendo:
Jer 1:5 Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que salieses de la matriz te santifiqué, te dí por profeta á las gentes.
Jer 1:6 Y yo dije: Ah! ah! Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.
Jer 1:7 Y díjome Jehová: No digas, soy niño; porque á todo lo que te enviaré irás tú, y dirás todo lo que te mandaré
Yo lo digo muchas veces, Señor, yo no sé hablar, no me hagas hablar delante de la congregación, no me hagas hablar delante de un compañero que me cuesta mucho. Y el Señor aquí nos muestra que nos equivocamos del punto de vista. El "yo", que no quiere, no vale nada, porque el "yo", está sumido en pecado. El único punto de vista es el del Señor porque somos sus siervos, somos sus esclavos des de el momento que creímos en Él, por tanto, nosotros ya no somos. Como dice Pablo santamente inspirado a los Gálatas. Parafraseándolo viene a decir "no ya yo, sinó Cristo en mi" No somos nosotros los que hablamos, y cuando somos nosotros hay un problema, que no dejamos que el Señor hable por medio de nosotros, sino que somos nosotros los que nos mentimos pensando que es el Señor el que nos está usando y solo somos parte de nuestro propio ego.
Así que hermanos, siempre que el Señor nos llame, digamos ese "heme aquí" para hablar de Él y de Su Palabra, porque no podemos decir que somos pequeños porque realmente no somos nada. Solo podemos ser algo mediante el autor y consumador de la fe, Cristo Jesús.
Amén
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